jueves, 3 de mayo de 2012

Accidente tráfico

Sí, así es. El título lo dice todo. Este post es para hablar de lo que nunca debió suceder pero que sucedió. Y que una vez sucedido, debemos aprender de ello.

El viernes, me disponía a pasar un puente en Salamanca con mi novia y mis padres. Pintaba bien la cosa, y de hecho, vista atrás, podía haber sido peor. Recogí a mi novia cercanas las 8 de la tarde, hacía mal día y empezaba a anochecer. Equipajes cargados y ánimo hasta arriba. Con esas premisas, nos aventuramos en la A-6. Muy raro era que no hubiera atasco, y hasta salir de Madrid el viaje iba sin problemas.

En la desviación de Segovia o Ávila tomé Ávila, y justo en la curva antes del peaje perdí el control del coche. Sin darme cuenta, sin poder hacer nada por evitarlo. Y aquí es cuando debo reconocer mi error de ir ligeramente más rápido de lo que la señal ponía pero en ninguno caso el exceso de velocidad era tal que pusiera en peligro nuestra integridad. Soy tonto, pero no lo suficiente como para poner en peligro mi vida, y más aun la de mi novia, de manera premeditada.

Sigo sin saber muy bien cómo sucedió aquello. He llegado a la conclusión que fue un aquaplanning que hizo que el coche coleara de atrás, ante ello tuve que dar un volantazo para intentar recuperar el coche, pero no fue posible, dando el control del coche por perdido mi acto reflejo fue pisar a fondo el freno para reducir al máximo la velocidad ante el seguro impacto, el ABS del coche entró en acción. Quizá agravó el accidente que pisara el freno, o quizá la reducción de velocidad nos salvó la vida, no lo sé. El caso es que chocamos primero con la mediana de hormigón y luego, acabamos de culo en el otro lateral del hormigón, es decir, cruzamos la autopista en un coche sin control. Y en ese corto instante de tiempo, yo agarré el volante rígido, pisé el freno a fondo e hice fuerza en el cuello para evitar daños, ella, mi novia, hizo algo parecido con la mano en el reposa manos. Los dos sabíamos que quedaba otro choque, y los dos nos preparamos para ello.

Finalmente, el coche paró. Mi reacción inmediata fue girar la cabeza y comprobar que mi novia estaba bien, quizá querría comprobar que no había tenido heridas ni daños ya que al fin y al cabo ella no tenía culpa de nada porque conducía yo. Por suerte, estaba bien, sin daños aparentes y pidiéndome que me tranquilizara que ya había pasado. No podía. Estaba nervioso, muy nervioso ante la idea de poder haber hecho algo más grave. Tenía tensión, mucha tensión.

Después llego la grúa y la guardia civil. No hubo control de alcoholemia. Solamente petición de carnet de conducir.

Por suerte, no tenemos sequelas más que unos pequeños dolores en el cuerpo que se irán con el paso de los días y un recuerdo que ya nunca podremos borrar de nuestras vidas. Pero tuvimos suerte, mucha suerte, suerte de no tener un golpe más violento, suerte de chocar como chocamos, suerte de que ningún otro coche se viera implicado en el accidente, suerte de que mientras cruzamos la A-6 sin control ningún vehículo nos impactase, suerte de no tener heridas apreciables, suerte de la rapidez de los servicios de atención a la carretera y suerte, al fin y al cabo, de poderlo contar.

Toca aprender. Toca aprender de algo que preferí no haber vivido pero que no se puede evitar ya. Y ahora, hay que reflexionar. Porque yo puedo estar contando mi experiencia en el accidente, pero otras muchas personas, en situaciones parecidas, no pueden hacerlo. Y debo estar agradecido. Y valorarlo. Y aprender de los errores.

Y por último, un consejo, cinturón siempre. Y precaución, mucha precaución.


Sed buenos.

Y el próximo post quizá sea de mi aventura en las oficinas del AXPEconsulting.

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