martes, 15 de septiembre de 2015

4 Stage: Mindelhim - München - Praha


Tras la "paliza" de ayer, amanecimos un poco más tarde, a eso de las 11 estábamos en disposición de continuar camino hasta München, una escasa hora, donde nos esperaba un colega de profesión, que busca en München su hueco profesional que en España parece imposible. 

Sobre las 12:30 ya nos encontrábamos en München, habiendo sido recibidos por nuestro anfitrión y eligiendo donde comer (por una vez en todo el viaje, seguíamos horarios europeos). Y así, con la alegría de encontrarte con un conocido en tierras desconocidas, estábamos sentados en un típico restaurante "muniques", elección del anfitrión, comimos platos típicos, de nombres impronunciables y sabores incomparables. Nada como ir con alguien que conozca el lugar, para hacerte una idea fiel del país. 

Después de comer y reponer fuerzas, subimos a su casa donde buscamos el hotel que nos diese cobijo esta noche, pues hasta entonces no teníamos donde dormir. Entre batallita y batallita, risa y risa, cotilleo y cotilleo, nos dieron las 17h.; Y por fin, con nuestro anfitrión de lujo, salíamos a conocer München. 

Montados en el U-ber, metro de München, y habiendo pagado el ticket, nos dirigíamos a la plaza central de München. Tras varias palabras, de nuevo con nombres impronunciables, los tres nos encontrábamos en el corazón de München, uno guiando y los otros dos escuchando, los tres disfrutando. Nos detuvimos en la iglesia donde el cardenal Ratzinger oficiaba misa antes de ser elegido como Papa. 

Una vez fuera y casi con la idea revoloteando ya de marcharnos a mis dos compañeros de aventura se les ocurrió la brillante idea de subir a la torre del campanario de la iglesia que estaba al lado. A mi me llamaba la idea, pero el cansancio acumulado y las tres horas de viaje que teníamos por delante de viaje hasta Praha, no hacían de la idea un plan racionalmente adecuado; pero a estas alturas, nuestro viaje es cualquier cosa menos racional. Y sabiendo que merecía la pena acepté el reto. Antes tomamos un café, un buen café (pequeños placeres que en el viaje están siendo olvidados). 
Y venga p'arriba escalón a escalón, peldaño a peldaño, tramo a tramo, empezamos a subir la torre de München, pero nunca se acaba, por muchos tramos que subas, siempre habrá más, y cuando subas el que pienses que es el último, aparecerá otro más largo. Pero al final...se llega, y merece mucho la pena, pero mucho. Desde arriba se ve todo München, pero hay centenares de detalles que se nos hubieran escapado sin nuestro guía particular. No hay duda, cuando alguien te lo explica, parece otro mundo, se disfruta mucho más. Tras un buen rato arriba, tocaba volver a casa, despedirnos y poner rumbo a Praha. 

Como ya se sabe que las cosas de palacio van despacio, la charleta de despedida, duró más de una hora. Al llegar al coche, encontramos un regalito de recuerdo de aquella estupenda (hasta ahora) ciudad, una multa de 10€ que, salvó cambios de última hora, el estado alemán no debe contar con ellos. 

Tres horas de viaje y debíamos estar en Praha, una de las ciudades más bonitas de Europa que evidentemente, era parada obligatoria. La última sorpresa del día era que no llevábamos monedas checas para futuras contingencias. República Checa 1 - Viajeros 0. 

Un buen hotel nos esperaba para descansar, por menos precio que en Alemania, teníamos una habitación sensiblemente mejor. El choque de culturas existe, la diferencia del nivel de vida se hace patente. 

Mañana más. Buenas noches.

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