sábado, 16 de agosto de 2014

2 strange:Lourdes - Le Mont Saint Michelle

Buenos días, las sábanas volvieron a pegarse (empezamos a pensar que sea nuestro cuerpo a las sábanas y no al revés...) las 8.30am. Eran demasiado exigentes para nosotros, pero tras "media hora más de sueño" nos pusimos en pie y a las 10 salíamos con maletas hechas al coche, cambiándolo de sitio para mayor seguridad (no nos fiamos de nadie, y menos de los franceses...).
Tras un desayuno fugaz y un café a 2.40€ volvimos al Santuario, esta vez a la luz del día, aunque el cielo estaba gris y dejaba caer un leve chispoteo.
Sorprendidos de nuevo a nuestra bajada al Santuario por la cantidad de negocio que existe a su alrededor (por miles de veces que pasemos siempre nos sorprenderá). Llegamos hasta la Basílica sin cruzar palabra con ningún español, recorrimos los alrededores y visitamos el Santuario.
Por un guiño del destino, nos pusimos al comienzo de una cola para pasar bajo La Gruta, misteriosamente y cuando la cola comenzaba a caminar, dos personas nos adelantaban por la izquierda colocándose un par de lugares delante de nosotros, lo que no es tan extraño es que las dos personas fueran españolas (haciendo marca España allá por donde vayamos...). Cercanos a pasar bajo La Gruta, un tipo abrió la vaya por la que pasan enfermos/minusválidos e intentó colarse delante, esta vez no era español, pero si no nos gusta que un español nos tome el pelo, mucho menos un francés. Así qué sin hablar francés nos entendimos perfectamente, un toque en el hombro y una indicación clara para que se fuera hacia atrás, el tipo "educadamente" se puso detrás nuestra. Pasamos bajo La Gruta y observamos el manantial, pero la hora del viaje se echaba encima (hora de comida para un francés cualquiera) y debíamos cruzar Francia de Sur a Norte.
Nos despedimos de Lourdes con un sabor agridulce, por un lado lo espectacular de La Gruta y el enclave en el que se encuentra,  por otro, con la gran decepción al ver la degeneración del pueblo de Lourdes.

Pusimos rumbo al norte de Francia, donde nos esperaba uno de los monumentos más visitados de este país, Le Mont Saint-Michelle, para nosotros ese gran desconocido.

Llevábamos el coche algo más cargado, pues llevábamos agua de La Gruta y cierta dosis de nostalgia. Cruzársela Francia de sur a norte es tedioso, además, los franceses te bombardean a peajes, peaje por aquí, peaje por allá, peaje por allí, peaje por acá... En uno de ello pudimos ver la escena impactante de arder (literalmente) un coche, afortunadamente creemos que sin heridos...

La noche se nos echó encima mientras viajábamos, y llegamos a Saint-James (a 20km de Le Mont Saint-Michelle) con la noche cerrada. Descargamos el equipaje y subimos guiados a la habitación por la amable recepcionista, cuán fue nuestra sorpresa, al ver que nuestro cuarto de baño carecía de wc, las más profundas de nuestras ideas debían compartirse en un "toilette" comunitario (los franceses nos la habían jugado), por suerte la ducha, era propia. Dejando atrás maletas, sueño, asombro/decepción y sobre todo cansancio, volvimos al coche para poner rumbo a Le Mont Saint-Michelle, era nuestra oportunidad para verlo por la noche y después de 1,200km no íbamos a desaprovecharla. Tras 20 minutos por carreteras cochambrosas llegamos al destino, bueno a 3km por lo menos de Le Mont Saint-Michelle, ya que los últimos km están restringidos a paso de coches. Efectivamente el mito es cierto, Le Mont Saint-Michelle iluminado, impresiona, impresiona mucho. Cruzar Francia había merecido la pena, tomamos una lanzadera que nos dejó a los pies del monte y una vez allí corroboramos nuestra idea anterior: espectacular ¡¡!!. Nos gustó tanto que el regreso al coche decidimos hacerlo a pie, una excusa para poder ir poco a poco mirando atrás y maravillarnos con "el monte"... (En cosa de 20 segundos, saliendo del puente que conecta "el monte" con la Villa de hoteles, comenzó a llover como sí de tormenta de invierno se tratase, pudimos ponernos el chubasquero que llevábamos precavidos en nuestra mochila, lo cual no impidió que nos calásemos de pies a rodillas).
Volvimos al hotel prometiendo volver al día siguiente, pero los kilómetros que llevábamos encima requerían un descanso

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