viernes, 29 de agosto de 2014

6 stage: Amsterdam - Rotterdam

Volvía a llover, pero que lloviera en Rotterdam nos daba igual, hoy nos dirigíamos a Amsterdam. Una hora larga en coche y los extrarradios de Amsterdam estaban a nuestros pies. Pasamos por debajo de la pista del aeropuerto, y es que, en un punto del recorrido la carretera se confunde con la pista de aterrizaje.

Ya estábamos en el corazón de Amsterdam, ea ciudad mito que estábamos dispuestos a conocer, lloviera, hiciera frío, nevara o por casualidad, saliera el sol. Lo primero que llama la atención es, como en todas las ciudades europeas menos en España, el uso de la bici como principal medio de transporte y es que, en Amsterdam, las bicicletas marcan el ritmo del tiempo, de la ciudad y por supuesto de sus ciudadanos. Nuestras necesidades fisiológicas nos hicieron conocer un centro comercial en busca de un baño público, ¡qué ilusos nosotros! A euro la visita al señor WC, los holandeses empezaban a caernos gordos. Pero casi más inmediato que el percatarse de las bicicletas es el olor característico de Amsterdam, que por otro lado es por aquello que es conocido, el olor a droga contamina la ciudad y hace que, para los no fumadores, como nosotros, te predisponga a una crítica feroz a la ciudad; pero Madrid - Amsterdam no es una distancia baladí como para que un simple olor nos impida recorrer la ciudad.

Así tras 15 minutos a paso ligero, estábamos en sus entrañas, una imponente plaza donde nos llamaron la atención los self-service de perritos calientes. Demasiados turistas. Abarrotado. Demasiado ambiente cargado. Demasiada predisposición a la crítica.

Nos dirigimos a uno de sus barrios más famosos, el llamado "Barrio Rojo"; curiosamente o no tan curiosamente, está al lado del centro (acceso fácil y rápido para los turistas); un barrio de callejones en los que, con muy mal gusto, las mujeres se exhiben en el escaparate en busca de negocio (la profesión más antigua del mundo). En tan siniestro lugar, duramos poco rato, para ver prostitutas no hace falta irse hasta Amsterdam...

Seguimos recorriendo sus calles y tras ver tres o cuatro tiendas de quesos, decidimos entrar. Quesos a discreción, cata de cada uno de ellos incluida. Quesos para dar y tomar. Y puestos a probar, probamos, y no uno ni dos, sino 8, 10 ó 12 tipos (o más), y como no puede ser de otra manera, compramos, pero no quesos!!!!! Sino, ¡¡¡chocolate!!! Que somos españoles.

Con la barriga llena y la tarde buscando la noche, dejábamos visto Amsterdam para volver a Rotterdam, una hora de viaje y un par o tres para hacer una visita nocturna y fugaz a nuestra ciudad dormitorio. Pero Rotterdam no daba mucho más, grandes rascacielos y un par de pinceladas a visitar: puente Erasmo de Rotterdam y las psicodélicas casas cubo acompañadas del edificio lápiz, (un alarde de arquitectura, un insulto a la eficacia).  Con noche cerrada y evidentemente con frío Holanda nos "defrauda" muy especialmente Amsterdam; pero hay que ser comprensivos, venimos, quizá, de una de las ciudades más bonitas de Europa.

Mañana toca Alemania, pasado Dinamarca y Suecia. El destino está cada vez más cerca, las distancias se acortan. Madrid se aleja.

Desde Rotterdam buenas noches.


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