jueves, 21 de agosto de 2014

5 stage: Gante - Amberes - Rotterdam

Volvimos a amanecer, otra vez el sol se escondía y el día volvía a estar nublado, a estas alturas uno duda si está a 15 de agosto o a 15 de noviembre.
El destino era Gante, otra ciudad de la que hablaban maravillas y a la que, evidentemente, marchábamos sin plano. Poco más de media hora de viaje y estábamos en los alrededores de Gante; volvimos a tener suerte y aparcamos en el corazón de la ciudad. Empezamos a caminar hacia lo que, según nuestro criterio debía ser el centro de Gante y tras escasos 3 minutos caminando estábamos en la mismísima plaza central: un impresionante conjunto de edificios que hacen que te imagines a simple vista como sería la vida siglos atrás. Nos perdimos entre sus calles hasta que caminando, encontramos algunos canales que atraviesan la ciudad. Llegamos a un castillo situado en una plaza en la que nos "engañaron" para comprar unas "riquísimas" pequeñas pirámides rellenas de mermelada de rutas del bosque, fresas...que son típicas de Gante, pero que en ningún caso podemos calificar de manjar.

Se nos había pasado la mañana, así que, decidimos comer frente a uno de los canales, la comida nos la amenizaron unos piragüistas "amateurs" que decidieron probar el agua delante de nosotros.

Abandonamos Gante, caídos a sus encantos y con la certeza que será difícil que algún pueblo o ciudad en su conjunto lo supere.

El cielo seguía amenazante y de vez en cuando algunas gotas de lluvia nos recordaban que en cualquier momento la tormenta podía ser monumental. Nos dirigíamos a Antwerpen "Amberes", quizá menos conocida pero al ser lugar de  pasada en nuestro viaje era una parada casi obligatoria. En poco menos de una hora de viaje, estábamos allí, con la sensación de encontrarnos ante una ciudad moderna. La ciudad es grande, llegamos incluso a atravesar un gran canal por debajo de él, y con algo más de esfuerzo que en las ciudades anteriores llegamos al centro de Antwerpen y allí volvimos a aparcar, en el centro. Llegamos a la catedral, al salir un gigantesco mercadillo llenaba Amberes de puestos (con gran multitud de calles cortadas, eso explicaba nuestra tardanza en llegar al centro). Recorrimos los puestos y sin tiempo que perder nos pusimos de nuevo rumbo a Rotterdam (nuestra ciudad dormitorio); eran 3 horas de viaje y en el mismo, nos sorprendió una tormenta que impedían ver la carretera en condiciones de seguridad, yo sugerí la idea de parar, pero Cris, supongo que asustada por la idea de pasar más tiempo en el coche, me insistió para continuar. Y así conseguimos llegar a Rotterdam a un hotel pintón en el que por fin la recepcionista hablaba nuestro idioma.

No pudimos visitar nada de Rotterdam el cansancio se hacía patente en nosotros.

Seguimos adelante...

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